martes, 12 de julio de 2011

Memoria

Querría mejorar mi media de actualización, pasar de más de un post al mes, pero actualmente lo veo difícil. Imposible casi. Hay tanto sobre lo que me gustaría escribir...
He tenido que decidir entre varios asuntos que me han estado rondado estas últimas semanas y me quedo, creo, con el más romántico y escapista en este martes de después de un lunes negro, como decían los analistas económicos ayer.
Se trata de una reflexión sobre cómo visualizamos cada época, sobre qué imagen nos viene a la memoria cuando pensamos en un siglo, en una etapa histórica o en una década.
¿Qué imagen tenemos del siglo XII? ¿Y del XIII? Muy parecida, supongo. Sin embargo, eso cambia a medida que nos acercamos a la época en la que vivimos. ¿Qué imagen tenemos de los años sesenta? ¿Y de los ochenta? ¿Cómo hemos elaborado esa imagen?
Todo vino a partir de la lectura del último libro de Manuel Vicent sobre Jesús Aguirre. No me ha gustado, nunca me ha gustado este escritor, pero era el único libro a mi alcance hace dos semanas si sirve para mi descargo. Lo cierto es que no habla demasiado sobre Jesús Aguirre, ni lo pretende. Más bien, traza una ruta a través de las propias vivencias del autor durante la década de los setenta y los ochenta en las que, en contadas ocasiones, supuestamente se cruza con el personaje en cuestión.
Yo nací en los años setenta, por lo que mis recuerdos son pocos y se nutren de las fotografías de mis padres, de sus anécdotas y de las de otros familiares, de programas de televisión que recuerdan los de entonces, de aquellos vídeos sobre la Transición, exposiciones fotográficas y algunos libros que, con desigual fortuna, se desarrollan en aquella época. Y la verdad es que muy poco de lo que cuenta Vicent en el libro me retrotrae a la imagen que tengo de aquella década y no me identifico con lo que retrata de las siguientes, en las que era plenamente consciente de la realidad que me rodeaba. Tengo la sospecha de que el libro entero es un ejercicio de ironía y cinismo, por lo que no me detengo mucho a comentarlo.
Sí, en cambio, me ha servido para revisar uno de mis artículos periodísticos favoritos, el que publicó el crítico de cine Marcos Ordóñez en el periódico El País el 2 de octubre de 2006 y que recoge Manuel Huerga en su blog. El artículo se publicó tras el estreno de la película “Salvador” en la que se trata el proceso contra el anarquista Salvador Puig Antich en 1974.
En el texto de Marcos Ordóñez se narra más bien la historia del policía por cuyo asesinato se juzgó a Puig Antich. ¿Qué puede haber de glorioso en semejante tragedia? Pues la narración en sí. La historia vivida por el articulista que conoció a los dos personajes, que fue marcado por ambos y que es capaz de resumir, plasmar y hacer que nos sumerjamos de lleno en la tensión, la novedad, la frescura de los jóvenes, la prudencia de los mayores y el omnipresente anhelo de libertad de aquella década en España
Veo a Salvador llegando a la fiesta y haciendo a todos pequeños a su alrededor. Veo a Anguas saliendo del cine con el libro sobre Buñuel bajo el brazo. Y les veo a los dos arrollados por la intensidad y el horror de los acontecimientos. La inteligencia fracasada, como diría José Antonio Marina. La belleza fracasada. Y el sol salió al día siguiente a pesar de todo.
Este es el artículo. Para los que no lo conozcáis espero que os resulte importante, como tanto lo fue para mí, su lectura.