jueves, 2 de junio de 2011

Civilización

La investigación espacial no parece avanzar de un tiempo a esta parte. Desde que se llegó a la Luna en los años sesenta del siglo XX las noticias y efemérides sobre la conquista del espacio no ocupan más de un minuto en los telediarios. La realidad es que sí avanza y mucho: Desde el posicionamiento ( y ahora mantenimiento, que no es poco) de la Estación Espacial Internacional, el envío y posterior reparación del telescopio espacial Hubble hasta la llegada de las sondas Cassini y Huygens a las lunas de Júpiter y del detector de rayos cósmicos que se instaló el mes pasado con la colaboración de científicos españoles y norteamericanos. Sin embargo, da la sensación de que se sigue esperando un hito, una vuelta a la Luna o el envío de la misión tripulada a Marte para volver al candelero. La realidad es que los problemas de financiación, de generación de energía y las múltiples amenazas a las que se enfrentarían los seres humanos que lo intentasen hacen que todavía esté lejos de nuestras miras.
Pensando sobre estos asuntos, estuve releyendo y recordando la escala de clasificación de las civilizaciones que propuso en 1964 el científico ruso Nikolai Kardashev. Las divide en tres tipos, según la cantidad que energía que son capaces de utilizar y dominar de forma eficiente. Una civilización de tipo I es aquella que es capaz de aprovechar todos los recursos del planeta que habita, esto incluye dominar el clima y ser capaces de extraer energía de forma controlada de fenómenos como los huracanes o construir ciudades en los océanos. Una civilización de tipo II es la que consigue explotar los recursos energéticos de una estrella cercana. La de tipo III es la que consigue dominar una porción significativa de estrellas de una galaxia. Entre la energía que domina cada una de ellas hay una diferencia de unos diez mil millones de unidades, por lo que la transición no es sencilla.
Se ha planteado la posibilidad de que exista una civilización de tipo IV, que consiga extraer energía del continuo y quiero destacar que fue un chico de trece años el primero que lo sugirió, un alumno que asistía a una conferencia. Es la magia de la divulgación.
Supongo que a ninguno se nos escapa que nosotros aún no estamos ni en el tipo I, de hecho los cálculos sugieren que somos una civilización de tipo 0,7. Lo llamativo es que es probable que lleguemos al tipo I en unos cien o doscientos años. Si pensamos que los que hemos nacido en España a finales del siglo XX tenemos una esperanza de vida casi centenaria, es posible que seamos la generación llamada a vivir esta transición. El problema es que el paso del tipo 0 al tipo I es el más complicado ya que tendremos que vencernos a nosotros mismos: A posibles fundamentalismos y guerras, a odios históricos y atávicos, a un posible colapso nuclear o terrorista y, como no, a las crisis económicas, alimentarias y energéticas que se anticipan para este siglo.
A mi juicio esto será posible solo si los que pueden ser responsables realmente lo son, desde el ámbito en el que se encuentren, con mayor o menor poder. Es posible que no nos suene bien lo de explotar todos los recursos de un planeta, sin embargo no me refiero a la explotación y consumo, sino también a su regeneración. Y podemos comprobar que el avance es imparable.
En el siglo XX  la tensión creada a ambos lados del telón de acero supuso un impulso para la investigación aeroespacial. Para mí, lo más importante es que, estemos en la posición que estemos, seamos capaces de conseguir un progreso y una transición que no dependa del conflicto, por nuestro propio bien, en un mundo cada vez más globalizado y conectado.